Hoy voy a publicar este post que escribí hace unos años y que no sé por qué tenía en la recámara.
Afortunadamente, mi tía María no sabe ni que existen los ordenadores, así que no hay peligro de venganzas...allá va!
Quisiera mediante este escrito, rendirle pleitesía a los personajes que, como mi tía abuela María, imprimen un carácter nacional, dando lugar a lo que se conoce como "La España Profunda".
Afortunadamente, mi tía María no sabe ni que existen los ordenadores, así que no hay peligro de venganzas...allá va!
Quisiera mediante este escrito, rendirle pleitesía a los personajes que, como mi tía abuela María, imprimen un carácter nacional, dando lugar a lo que se conoce como "La España Profunda".
Como en todas partes, la idiosincrasia de las distintas regiones de España, tiene una etiqueta. Así, los madrileños ante el resto de nuestros paisanos tenemos fama de chulos, los catalanes la tienen de tacaños, o los castellanos de autistas.
Pues bien, mi tía María es una persona que reafirma esa creencia popular: con casi 80 años es la persona más castiza, y con más caradura y desparpajo que conozco.
Como todas las grandes personalidades, tiene una GRAN debilidad (bueno, mas bien dos): el anís y el vino tinto.
Hay que tener en cuenta que mi tía se crió en plena posguerra en Madrid y que, en esos años, cubrir las necesidades mas básicas era casi un privilegio, así que del vino ni hablamos, por eso ella, cuando la reñimos por estar empinando el codo, siempre nos sale con el argumento de que tiene mucho tiempo que recuperar y mucho vino pendiente!
Entre otras lindezas, tenía la puñetera manía de llamarnos a mi hermano y a mí en público, por apodos que ella considera cariñosos y que solían terminar en escarnio público, por ejemplo:
-Tito, pichita de oro, ven a darle un beso a tu tía.
-Pietraaaa, chocholoco, tráeme una botellita de vino del bar!!!
Todo esto a voz en grito y en plena calle, si se terciaba. Cuanto más avergonzados nos veía, más gritaba...(cómo no voy a necesitar terapia?).
María , además de tía de mi madre, es también su madrina y protagonizó un encuentro que casi hace salir a mi padre por patas al poco de empezar su relación.
Resulta que quedaron para presentar a las respectivas familias y cuando la tía María hizo su aparición estelar, se acercó a mi padre, le agarró por el cuello y le susurró al oído:
- Mira, cabronazo, como le hagas llorar a mi Cristina, te clavo las uñas en la yugular y hasta que no chorree tu sangre por el suelo, no te suelto.
Por cierto, soy su tía María.
Mi abuela, que presenció la escena, tuvo pesadillas durante un mes!
En fin, así se las gasta la tía María.
La última que me hizo ocurrió hace 5 ó 6 años.
Fuimos a cenar mis padres, ella y yo a un restaurante y pedimos los típicos entremeses (jamón, queso, chorizo, etc.). Cuando los terminamos y sólo quedaban las mondas y la corteza del queso, la muy...(no me atrevo a ponerla un calificativo adecuado, porque en el fondo es muy graciosa), llamó al camarero y mirándome a los ojos le dijo:
- Oiga usted, haga el favor de ponerme todo esto que ha sobrado en papel de aluminio, que la niña tendrá que comer mañana.
Desde entonces sólo la visito en su casa, nunca, nunca, nunca en lugares públicos...y es que sabe más el diablo por viejo que por diablo.